
"Si usted es un buen lector encontrará un interesante libro en mi librería"
José Ángel admite que cometió el error de vender lo que a él le gusta por encima de lo que los clientes piden
María Calderón
El mercado de los libros usados representa un pilar esencial para la accesibilidad cultural de la ciudad. Este no solo fomenta la reutilización y la sostenibilidad, si no que, sobre todo, desafía directamente los precios elevados de las grandes librerías y plataformas digitales. Por eso es interesante conocer el trasfondo de una librería que ha convertido la venta de libros usados en una misión para democratizar la lectura.
Si bien el nombre de la librería "Monedas y Libros de Ciudad Juárez" no es tan atractivo o ingenioso, su valor reside precisamente en la clara intención del dueño de arraigar el hábito de la lectura en la comunidad juarense.
Quien está detrás de este gran esfuerzo es José Ángel Álvarez Díaz, un hombre con excelente oratoria y conocimiento al momento de expresarse. A pesar de esto, no resulta intimidante; al contrario, es una persona muy agradable que hace sentir a los demás en confianza y a quien le gusta compartir sus conocimientos con la demás gente. José Ángel mide 1.70 cm y tiene 47 años. Es de complexión delgada, moreno, y con canas en su cabello. Sus ojos son grandes y oscuros y usa lentes, rasgo que a menudo se asocia con los lectores.
Antes de la venta de libros, primero comenzó con la compra y venta de monedas de antiguas. Después, empezó con la venta de estos de manera ambulante, poniendo su mesa afuera de su casa y en las segundas para vender.
Después de 5 años como vendedor ambulante, la mudanza a los centros comerciales marcó un intento por formalizar y expandir el negocio.
“Comencé con la venta de libros y monedas exactamente en 2008. En 2013, realicé varios traslados: pasé seis meses en Río Grande Mall y cuatro meses en Plaza Las Américas. Finalmente, ese mismo año me establecí aquí, en el centro comercial Pasaje del Correo, donde sigo hasta el día de hoy.
“En Las Américas, mi local se ubicaba en la contra esquina de la pista de hielo. Luego, en Río Grande Mall, tenía medio local porque un señor que aún está ahí vendiendo ropa rentaba dos locales; él me subarrendaba la mitad de uno de ellos”.
Lamentablemente para él, tener un establecimiento en un centro comercial no era rentable, ya que vendía muy poco y la renta era muy cara. Fue entonces que empezó a buscar opciones para poder seguir con su negocio de monedas y libros.
“A mí siempre me han gustado la lectura y la numismática; por eso, me dediqué a vender libros y monedas. Entonces me di cuenta de que, como nunca hice una investigación de mercado, no sabía cuál era el lugar idóneo para vender (…). Un error que también cometí, hablando comercialmente, fue vender lo que a mí me gusta por encima de lo que los clientes piden, pero es un error que voy a seguir cometiendo siempre.
“Por lo tanto, mejor me puse a buscar un local barato para poder seguir haciendo lo que me gusta, ya que soy numismático de corazón y un lector constante”.
Lo interesante de todo esto es los precios tan accesibles que el maneja en su local, libros que no pasan de los 100 pesos y monedas de colección que varían su precio.
“La abrumadora mayoría de las monedas tienen el valor que en numismática llamamos intrínseco, que es el valor de la pieza basado en su metal. Prácticamente todo lo que se acuñó en el siglo XX, a nivel mundial, vale su precio en metal. El valor varía drásticamente porque el oro es carísimo, llegando a más de dos mil pesos el gramo, mientras que el fierro vale tres pesos el kilo. Por lo tanto, no podría dar una cifra específica.
“En cuanto a los libros, yo los vendo desde 20 hasta 100 pesos, incluyendo todos los que están en exhibición allí enfrente. Los tengo organizados de esta manera para que la gente no batalle al buscar”.
Si bien lo que más le apasiona es la numismática, la verdadera misión del negocio es clara: fomentar la lectura a través de los precios bajos.
“Lo que voy a decirle es muy interesante para mí y, espero, que también para usted.
Los negocios de libros, obviamente, intentan tener los títulos que más se venden y a los que más dinero les ganan. Yo no sigo esa lógica. Soy un numismático que vive de la numismática, comercialmente hablando, pero que vende libros, ¿para qué? Para que la gente lea.
“Sé que, culturalmente, el hábito de la lectura no está muy arraigado, pero con mis precios bajos busco precisamente contribuir a que la gente se acerque a los libros y comience a formar ese hábito”.
Para entender la sostenibilidad de sus precios tan accesibles, es fundamental saber cómo José consigue su mercancía.
“Inicialmente, yo buscaba libros a la venta en internet, ventas de garaje, el mercado, Facebook y donde fuera posible. Sin embargo, tengo años que ya no busco mercancía, ya que la gente sola viene y me ofrece sus libros. Esa es la manera en que los consigo.
“Lo que yo considero interesante es que las librerías compran los libros que más les piden para satisfacer la demanda local. Yo no sigo esa lógica; yo compro lo que me encuentro. ¿Por qué? Porque si usted es un lector del tema que sea, encontrará un buen libro a buen precio en mi librería”.
Sin embargo, al mayor desafío al que se enfrenta es que no resulta rentable. Esto se debe principalmente a que la demanda local de lectura sigue siendo muy baja.
“Con frecuencia, las ganancias apenas alcanzan para cubrir los gastos fijos como la renta del local y los recibos, e incluso, a veces, no son suficientes ni para la comida. Sin embargo, continúo con el negocio porque me interesa fomentar la lectura en esta ciudad que quiero tanto, aunque este resultado difícil”.
Con una estrategia de compra tan particular, es inevitable que acumule inventario. Es lógico preguntarse qué ocurre con los libros que no se venden.
“Mire, mi política es nunca tirar nada. Creo en reciclar, reutilizar y supraciclar. Por eso, los libros que no se venden en un tiempo prudente simplemente se rebajan de precio hasta que alguien se los lleva. De esta forma, evito que el inventario se quede estancado”.
Pese a todo el esfuerzo, el local no genera las ganancias suficientes; ocasionalmente se ve obligado a viajar a otras ciudades de Chihuahua para vender sus libros y obtener ingresos extra.
“Mire, desgraciadamente, así como le eché porras a mi querida ciudad natal, pues también tiene muchas limitaciones. La principal limitación que yo veo es cultural. Aquí la lectura no es un hábito arraigado, y la gente en general no tiene el mismo aprecio por el libro que en otros lugares. Por ejemplo, en los pueblos, como siempre tienen solo una biblioteca o no tienen, aprecian más los libros. Por eso, a veces voy y me doy una vuelta con una pequeña cantidad de ejemplares, y me va bien.
Por otro lado, la logística de venta también es compleja: Debe lidiar constantemente con la burocracia de obtener permisos formales, tanto para el local como para sus ventas fuera de la ciudad.
“Para mi establecimiento fijo, el proceso está centralizado en el Municipio. Primero, tengo que tramitar una Licencia de Uso de Suelo, que sirve básicamente para que el gobierno sepa dónde estoy vendiendo. Una vez que obtengo eso, tramito la Licencia de Funcionamiento para poder vender de manera legal.
“Por otro lado, cuando viajo, sí necesito sacar un permiso en cada ciudad que visito. Esto añade un costo adicional, aunque no muy caro, a mi negocio, ya que estos permisos son de 25 a 30 pesos por día, dependiendo del lugar”.

Foto:María Calderón
Librería de segunda mano que democratiza la lectura en la ciudad
En un escenario donde la rentabilidad es un desafío constante y las ganancias apenas cubren los gastos fijos e incluso la comida, el dueño mantiene su local abierto no por el beneficio económico, sino por el gusto y el deseo de fomentar la lectura en la gente.
En este contexto tan difícil, donde la tendencia de compra se inclina por librerías ya conocidas en la ciudad por su gran variedad de libros, y que sobre todo son nuevos, es fácil perder de vista el sacrificio personal y financiero que implica mantener una librería independiente.
En ese lugar, la meta es clara: no competir en variedad ni en novedad, sino en accesibilidad y propósito. El valor de este negocio radica precisamente en ofrecer una alternativa diferente al mercado tradicional, vendiendo libros usados y económicos con la misión explícita de acercar la lectura a quienes no pueden o no quieren pagar los precios de los ejemplares nuevos.




